
UNA ASOCIACIÓN LLENA DE VIDA

AL SERVICIO DE LA IGLESIA

AL SERVICIO DE LOS NIÑOS

AL SERVICIO DEL MAESTRO
Con mi agradecimiento y aprecio a la Asociación Católica de Maestros, por los maestros que la integran, por su gran labor educadora y evangelizadora en la escuela y con la seguridad de mi apoyo, de mi confianza en todos, de mi oración y bendición. Que Dios les pague el bien que hacen y que sigan adelante con la mirada puesta en el Señor; que la Virgen los sostenga y proteja.
"Las horas libres de la escuela las dedico al apostolado a través de la Asociación Católica de Maestros; ¡Maestro!, dulce palabra que simboliza una de las profesiones más excelsas del hombre. Forjador de la conciencia espiritual del niño. Luz ardiente en el sendero tenebroso de la vida. Guía experto en medio de páramos inmensos y ateridos de la incultura popular. Maestro que, cuando está poseído del fuego de la caridad, prendido en el corazón de Cristo, es capaz de vivificar la tierra con las esencias espirituales de la doctrina de nuestro Divino Redentor. ¿Y se concibe mayor bien y mejor servicio que iluminar los espíritus infantiles, elevar sus tiernos corazones, esculpir almas capaces de reflejar la luz de las enseñanzas del Divino Maestro?"
"¡Quién supiera escribir! para dejar aquí constancia de todo el que el contacto renovado con el Magisterio y la Escuela me han hecho. Y por el que me ha hecho esta queridísima Asociación Católica de Maestros, a la que desde su nacimiento y aún antes, quiso la Divina Providencia ligarme a ella. Quede aquí constancia de mi gratitud, nacida de la estima de esos bienes recibidos y de los trabajos de la Asociación y sus campos de labor. Quede aquí escrita, mi esperanza en que la continuidad y singularidad de su tarea —por otra parte amplia y generosa— logrará fecundos frutos entre y para el Magisterio y la Escuela, entre y para la familia y el cuerpo social, y ¡cómo no, mediante la Gracia del Señor! para el mismo Cuerpo Místico. ¡El Señor la bendiga a ella y a sus asociados y colaboradores y nuestra Santísima Mareta los cobije bajo su Manto!"
"Conocí la Asociación Católica de Maestros a través del testimonio de algunos asociados y asociadas. De esta manera se cumplían las palabras del verdadero Maestro: "por sus frutos los conoceréis". Los frutos que he conocido son espléndidos: almas de oración, amantes sinceros de la Iglesia, verdaderos apóstoles enamorados de la vocación. Que el Señor continúe bendiciendo esta Asociación y que os conceda a todos una fe lúcida para discernir los caminos que el Espíritu Santo quiere promover en nuestro tiempo. Junto a la fe le pido al Maestro de la Verdad que os conceda un corazón de discípulos para que, como María la Virgen, guardando las palabras de vida en vuestro interior sepáis trasmitirlas a las nuevas generaciones. ¡Ánimo! No os canséis en vuestra labor y cuando llegue la cruz y la incomprensión ofrecédsela al Señor como sacrificio agradable que viene a completar los frutos de la pasión del Señor. Que la Virgen de los Desamparados os cuide como madre y que os haga sentir el calor de su amor maternal."
"La Asociación Católica de Maestros inicia en la sede de la calle avellanas una nueva etapa de su vida. La esperanza es cierta, porque el Señor bendice este lugar y su promesa de permanecer es cierta: donde dos o más se reúnen en Su nombre, Él está con ellos. Os animo a permanecer juntos con Él. Permanecer a la escucha de su Palabra, frecuentar la vida sacramental y que vuestro amor sea el distintivo. Así seréis sus testigos valientes y sembradores en nuestra sociedad de Su Palabra, que es felicidad para quienes la escuchan y la ponen en práctica. Con mi bendición y afecto."
"Bendecimos con todo el afecto a los miembros de nuestra querida Asociación de Maestros Católicos de Valencia y con ellos a todos los maestros de nuestra querida archidiócesis. Aplaudimos el esfuerzo y el acierto de la Asociación para mejorar en todo sentido a los maestros y lograr un hacer más eficaz, más práctico, más religioso y en todos los sentidos, de altísimas miras. Seguid procurando el mayor bien espiritual, técnico y material de sus componentes y personas cercanas."
La Asociación Católica de Maestros ha sido una gran y preciosa sorpresa en mi vida. Desde pequeño he podido observar cómo Dios teje mi historia a través de acontecimientos concretos y la ACMVAL ha sido otra de esas piezas que delicadamente se ha encajado en mi camino.
Al conocer nuestra asociación, ésta me mostró la figura de D. Marcelino Olaechea un “hombre de un corazón excepcional, que no vivió para sí mismo sino para los demás, haciendo que las personas pudiesen vivir con la dignidad que merecen como hijos de Dios”. Aquel celo por Jesucristo del fundador, era el motor que animaba sus actividades pastorales, ese amor sobrenatural de y a Dios, y al prójimo, produjo todo un caudal de obras sociales sin límite y una de ellas fue nuestra querida Asociación.
Este germen de santidad, junto a Don Vicente Hervás y D. Jose Mª Haro (los tres en proceso de beatificación) muestran que desde su fundación, siempre ha sido cuidada y mantenida por el Espíritu Santo para ayudar a los maestros a ajustar nuestra misión de maestros al Maestro verdadero.
Hoy, es un lugar de acogida y bendición. Nuestra alegría es intentar atender a cada persona en las necesidades que pueda tener. Estoy muy agradecido a Dios, a la junta, al consiliario y a cuantas personas que pasan por allí y sólo me cabe exclamar de viva voz:
“Quiero alabarte, Señor, con todo el corazón,
y contar todas tus maravillas.” (Sal 9, 1).
Cuando yo conocí la Asociación, hace ya unos cuantos años, lo primero que me sorprendió es su existencia pues nunca había oído hablar de ella. La realidad de entonces era un poco pobre, en cuanto a afluencia de maestros, pero encontré un Equipo Directivo vivo, entusiasta, con muchas ganas de renovarse, de darse a conocer y llegar a los colegios.
Poco a poco fui descubriendo y queriendo esta Asociación porque en ella ví el ímpetu y el espíritu del verdadero “Maestro” que nunca “tira la toalla”, que con lo que tiene avanza y trabaja, que cree en la educación para hacer posible una sociedad más humana.
Para mi la ACMVAL es como un pequeño río de alta montaña, de aguas cristalinas que va fluyendo sin parar, dando vida a pequeños proyectos, cursos y actividades que ayudan, clarifican y apoyan a maestros, padres, niños… en estos tiempos tan convulsos.
De esta Asociación me impresiona la generosidad de muchas personas que se acercan a ella, colaboran y trabajan desinteresadamente, sin desaliento, por la educación de los más pequeños.
A mi el Señor me ha enseñado a ver que es Él quien la lleva, a pesar de nuestra pobreza, que su Providencia existe y nos provee de todo lo necesario, que nos alienta en las dificultades y que en la actualidad tiene una misión importante en nuestra sociedad.
Conocí la Asociación por el año 1990, cuando volvía de un Congreso de Educadores Cristianos en Cáceres. Allí, en el tren de regreso, la Providencia hizo que se sentara delante de mi la entonces presidenta Dª Concha Hervás. Al ver que ya existía un grupo de maestros en un lugar de mi tierra, que tenían las mismas inquietudes por la educación que yo, me uní a ellos. A partir de ese momento ya nunca estuve solo. Había encontrado un hogar donde aprender, crecer a nivel profesional, celebrar y compartir el mismo amor por los niños que yo había sentido y vivido siempre en solitario. De esta Asociación destacaría sobre todo que es una obra de Dios, y que Él es el que verdaderamente vela por que se realice en ella la misión para la que fue creada por el santo Arzobispo de Valencia D. Marcelino Olaechea. En los años que tuve el honor de presidirla, fui testigo de muchos acontecimientos verdaderamente impresionantes que muestran cómo Dios lleva esta obra adelante de modo admirable. Por esto yo he encontrado allí, como muchos otros compañeros del mundo de la educación: acogida, amistad, gratuidad, apoyo, formación.
Vivimos una profesión que es una vocación preciosa, pero al mismo tiempo que te exige todos los minutos de todos los días, el dar lo mejor de ti (mostrar todo lo bueno, bello y verdadero, que es transparentar el rostro de Cristo a los niños, para que éstos puedan crecer a imagen, semejanza y presencia de Dios). Yo no hubiera podido vivir estos 30 años que llevo de labor docente, enamorado cada vez más de mi trabajo, si no fuera por el impulso que he encontrado siempre en este hogar del maestro que hay en Valencia, que se llama Asociación Católica de Maestros de Valencia. Gracias a todos los que hacéis posible día a día este milagro.
La Asociación Católica de Maestros me ha ayudado en muchos sentidos. Gracias a ella, a nivel personal, he podido crecer y madurar como persona, primero, reconociendo dones propios que desconocía y, segundo y más importante, viendo que poniendo estos dones al servicio de los demás es cuando más he recibido, viendo como amando es cuando más recibes. Son infinidad las bendiciones vividas que me hacen creer en el Amor y en Dios.
A través de los equipos de la Asociación he conocido a muchísimas personas concretas, posiblemente el mejor regalo de todo lo vivido: entrenadores, familias, niños, etc. Cada encuentro ha sido un regalo que me ha hecho crecer como persona y me ha hecho saberme un don para otros, algo que ha sido muy necesario para mi crecimiento y para ganar en seguridad y en confianza. He visto cómo puedo ser un instrumento válido para otros y cómo otros han sido instrumentos válidos para mi a través de palabras, actos o por su simple presencia. Hay personas que sigo viendo después de tres años y me sigo alegrando enormemente.
Y por último, a nivel vocacional, he podido descubrir como el deporte es una herramienta más que válida para el crecimiento integral de niños y jóvenes en los tiempos de hoy, para la educación y la evangelización, un medio donde sí se cuida y se tienen rectas intenciones, puede ser una garantía de crecimiento para muchos, y ya no solo para los más pequeños, sino también para personas adultas y familias. El deporte como un camino idóneo donde crecer en el Amor a Dios y a los demás.
Desde mi experiencia, dos palabras definen la Asociación: acogida y confianza. La puerta siempre está abierta para que podamos pasar, descansar, aprender y compartir. Es un sitio en donde todos tienen cabida y a nadie se le exige. Además, al entrar en la ACMVAL sucede algo especial: te sientes como en casa, eres uno más, sin importar cuán lejos puedas venir.
Un año más quisiera dar las gracias porque al mismo tiempo habéis cooperado con nosotros en la educación, expectación y acompañamiento de nuestros hijos en su formación. A través del deporte como actividad fundamental en la vida de los niños, les está enseñando valores fundamentales en cuanto a las relaciones humanas. Estoy muy agradecida porque la asociación con las actividades deportivas propuestas ha sido un medio fundamental dónde han creado amistades y éstas han hecho que abran sus campos educativos en la fe, como ha sido el caso de uno de mis hijos, que al haberse integrado en el equipo, decidió también asistir al oratorio donde volvía a encontrarse con algunos de los compañeros del equipo.
Por todo esto… de mi corazón lo único que sale en este momento son las palabras del salmo. “como pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho’…
La Asociación Católica de Maestros de Valencia ha sido para mi una gran bendición, ya que me ha ayudado a conocerme mejor dando explicación a aspectos de mi vida que me hacían sufrir o estar preocupado, ya fuera a nivel personal, humano, espiritual o profesional. También me ha ayudado a crecer como maestro mediante los cursos de idiomas, cursos de formación sobre dificultades que los maestros nos podemos encontrar en el aula y cursos de formación humana y espiritual. Me ha hecho sentirme acogido y parte de un cuerpo en el que ante las dificultades te sientes respaldado y con un lugar a donde acudir. Además, el servicio de deportes me ha dado la alegría de ganar seguridad y experiencia a la hora de trabajar, y de mejorar como maestro.